martes, 25 de agosto de 2009

La disyuntiva de la DC

Las proclamaciones de este fin de semana dieron comienzo a la carrera presidencial. La Concertación, la Coalición por el Cambio y los seguidores de Marco Enríquez-Ominami entraron ya a la recta final, tanto en las elecciones presidenciales como parlamentarias.

A menos de tres semanas del cierre oficial de las inscripciones en el Registro Electoral, se ven las últimas negociaciones, acuerdos y transacciones de los partidos políticos. La anunciada definición de la plantilla parlamentaria en la Concertación no impide los últimos esfuerzos por influir en ella, ya sea para mantener o reemplazar candidatos.

Las tensas negociaciones entre los partidos del conglomerado oficialista ya están superadas, y la proclamación de Eduardo Frei como su abanderado fue un ejemplo de unidad y alineamiento político. Sin embargo, casi simultáneamente surgió una nueva disyuntiva política.

Mientras era proclamado en la Junta Nacional de la Democracia Cristiana, el senador Frei envió una señal a los “colorines” en su discurso: “Así como también hicimos el acuerdo con el Juntos Podemos para terminar con la exclusión en Chile, vamos a estar dispuestos siempre a dialogar y abrir las puertas de nuestra casa para todos aquellos que quieran entrar”, señaló el candidato.

Sin embargo, la senadora Alvear desestimó la posibilidad de un acuerdo en esa línea, al señalar: “En lo personal, creo que ya las plantillas parlamentarias están resueltas; de manera tal que tenemos nuestros candidatos de la DC y de la Concertación”. En este caso, ¿prima el interés colectivo o los intereses individuales? ¿Se privilegia ampliar la base electoral? ¿Se fortalece el candidato presidencial a costa de los candidatos parlamentarios? ¿O viceversa?

La respuesta no está clara, ya que hay opiniones divididas al interior de la tienda falangista. Días antes, dirigentes concertacionistas -el diputado PRSD Marcos Espinosa y los senadores DC Hosaín Sabag y Mariano Ruiz-Esquide, estos últimos con períodos parlamentarios hasta el 2014- habían propuesto que la Concertación reanudara conversaciones con el sector colorín, con el objetivo de sumar fuerzas en una segunda vuelta presidencial.

“Son matices los que nos separan y por lo tanto debemos hacer un esfuerzo por reconocer que estamos juntos en la construcción de un Estado en que se requieren ciertas correcciones al modelo económico y que tenga mayor participación la clase media” había declarado el diputado Espinosa. Pero en esa oportunidad, Juan Carlos Latorre, presidente del partido, desechó esa alternativa al señalar que el pacto parlamentario estaba prácticamente resuelto, estimando poco factible y deseable revisar la situación.

La DC se encuentra en una difícil disyuntiva: privilegiar el apoyo presidencial, mediante la incorporación de diputados colorines -y sus votantes-, o bien mantener su lista parlamentaria intacta, rechazando nuevas incorporaciones. Ahora más que nunca, después de la presión desencadenada con las últimas encuestas que evidencian un fortalecimiento de la candidatura de Enríquez-Ominami, el partido falangista requiere aunar fuerzas y asegurar el paso de su candidato a una eventual segunda vuelta.

Pero por otro lado, la necesidad de aumentar sus cupos parlamentarios le proporciona un escaso margen a la DC para negociar. Hoy, con sólo cinco senadores y 16 diputados en el Parlamento, el partido aspira a recuperar los cupos perdidos en estos últimos años. Importante ha sido el retroceso desde los 13 senadores y 38 diputados elegidos el año 1989 tras la vuelta de la democracia. Con ese objetivo planteado, resulta entendible que el partido no esté dispuesto a compartir sus cupos con los diputados colorines.

Difícil disyuntiva en la que está la DC. Por primera vez, el abanderado de la Concertación no lidera las encuestas. La aparición de una tercera fuerza política hace cambiar los ejes de la discusión electoral. Las pugnas entre partidos hasta hace poco hicieron pensar en la posibilidad de un sexto candidato surgido del conglomerado.

En este contexto, el reciente término de las disputas entre partidos finalmente produjo un clima de unión y orden dentro de la Concertación. Pero también necesitan pactos fuera de ella. Quizás si las relaciones entre la DC y los ex diputados fueran normales -o neutras, al menos-, las afinidades programáticas y las simpatías naturales podrían motivar al electorado PRI a un voto concertacionista en una segunda vuelta. Pero las heridas del pasado son muy profundas, todavía no cicatrizan y pueden seguir tensionando las relaciones al interior de la Democracia Cristiana.

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