martes, 20 de octubre de 2009

La última apaga la luz


La renuncia de la ministra del Servicio Nacional de la Mujer, Laura Albornoz, viene a consolidar una peligrosa tendencia que la ciudadanía ha presenciado en este último año: la instrumentalización de la función política. Ante cualquier oferta política, ministros, senadores y diputados no vacilan en dejar sus actuales funciones, dejando abruptamente procesos inconclusos y defraudando ciudadanos que creyeron en ellos. Más aún en época de elecciones, en que toda la clase política se vuelca a las campañas electorales, suspendiendo en la práctica toda actividad gubernamental o legislativa que no signifique un retorno inmediato para la campaña, ante las impotentes miradas de la ciudadanía.

Afortunadamente, en este caso la ministra fue designada por la Presidenta Bachelet. Es peor aún cuando se trata de políticos elegidos por votantes, que abandonan sus labores como lo hace la Cámara de Diputados, con su arbitraria decisión de suspender las sesiones legislativas durante un mes para hacer sus campañas electorales. Las poco convincentes explicaciones de su presidente, Rodrigo Álvarez, no logran aplacar la irritación ciudadana.

Por otra parte, las altas inasistencias de parlamentarios que postulan a la reelección confirman que no se trata del ejercicio de una vocación de servicio público, sino de un claro propósito de mantenerse en el poder. Además de la gran asimetría que se produce con otros candidatos qajenos al Parlamento, evidencia el abuso de poder de los parlamentarios, amparados por el débil control ciudadano cada cuatro años.

La intempestiva renuncia de la ministra Albornoz para integrarse a la campaña del senador Frei demuestra claramente sus prioridades y preferencias. Nadie puede sostener que la gestión esté terminada y que no quede nada por hacer en los próximos cinco meses de gobierno. En un reemplazo de cinco meses, jamás se podrá alcanzar la productividad y profundidad en la gestión de un titular.

La promoción de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres es aún incipiente en nuestro país. A pesar de que las mujeres representan más de la mitad de la población, Chile tuvo la más baja tasa de participación laboral femenina en Latinoamérica (40,9% en 2008), con brechas cercanas a los 10 puntos porcentuales o más con países de similar nivel socioeconómico como Argentina y Uruguay. Además, está claro que los programas para promover la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres todavía no se consolidan en la cultura chilena. ¿Misión cumplida? De ninguna manera, todavía queda mucho trabajo por hacer.

Un gobierno liderado por una Presidenta mujer era la gran oportunidad para nivelar esta desigualdad. Pero faltó fortalecer la representatividad de las mujeres que quieren trabajos flexibles. Según el estudio Barómetro, Mujer y Trabajo 2009, realizado por Comunidad Mujer, Data Voz y la Oficina internacional del Trabajo (OIT), el 69% de las mujeres inactivas sostiene que quiere trabajar pero que no puede hacerlo. Sin embargo, las organizaciones gremiales no las representan ni consideran sus intereses.

De la misma manera, el año pasado se observó un aumento de la brecha de desempleo femenino en nuestro país. De acuerdo a otro estudio de la OIT, la tasa de desocupación de las mujeres era 1,36 veces la de los hombres en 2007, aumentando esta relación a 1,44 veces en 2008.

Fue la ex diputada Carolina Tohá quién inició la seguidilla de renuncias a los cargos públicos. Contrariando la voluntad de los 45.769 electores de la comuna de Santiago que confiaron en ella, renunció a su cargo para asumir el cargo de Ministra Secretaria General del Gobierno de Chile, olvidando promesas electorales, compromisos y abandonando a sus seguidores.

Más aún, ahora que las directivas de los partidos políticos designan a sus reemplazantes, existe el gran riesgo que figuras emblemáticas ganen cupos parlamentarios, renunciando al poco tiempo y dejando a un sustituto -que no hubiera ganado la elección-. Es un sistema que se asemeja al que usan los vendedores ambulantes para reservar las esquinas y ejercer su comercio ilegal.

Por último, ante la posibilidad de que otros ministros se integren al comando del senador Frei, las críticas a los titulares por dejar en forma anticipada sus funciones se asimilan a las de los parlamentarios que abandonaron su labor legislativa, aumentando el descrédito de la clase política. Más que un asunto de remuneraciones, se trata de un tema de compromiso: con la ciudadanía, no con ellos mismos. Proyectos sociales, cumplimientos de programas, evaluaciones de desempeño o ajustes finales, todo queda abandonado por la clase política que se enajena en las campañas electorales, evidenciando que la necesidad de mantenerse en el poder supera la vocación de servicio público.

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