lunes, 18 de julio de 2011

¿De las sillas musicales al síndrome del pato cojo?



El reciente cambio de gabinete refleja en primer lugar la escasez de rostros políticos en la derecha. El fuerte número de de enroques ministeriales de alguna manera confirma esta sensación, pero plantea además una preocupante interrogante. ¿La alta desaprobación ciudadana del Gobierno es consecuencia de la falta de competencias de los ministros o de un diseño político mal elaborado? En el primer caso, ¿qué asegura que en su nuevo cargo el mismo ministro ahora sí tenga éxito? En el segundo, ¿un cambio de rostro compensará una estrategia equivocada? O peor todavía… ¿tendremos que concluir que sencillamente la derecha chilena está constituida por un grupúsculo de 50 personas?

Por otra parte, la incorporación de parlamentarios -además de acrecentar la inexistencia de personeros políticos de derecha-, confirma la sensación de que el voto ciudadano sólo sirve para avalar las decisiones de un grupúsculo en el poder. La figura de los senadores designados sólo debilita aún más la política, al dejar sin efecto la voluntad ciudadana.

Dentro de las figuras del nuevo gabinete, la permanencia del ministro Hinzpeter en su cargo representa la mantención del actual diseño político, además de evitarle al mandatario la necesidad de entrega de espacios a un nuevo titular. Sería una de las pocas señales hechas a Renovación Nacional en este cambio de gabinete, además de la incorporación de un nuevo ministro como Teodoro Ribera, ministro de Justicia. Por su parte, llama la atención el traslado del ministro Bulnes a la cartera de Educación, ya que -como en el caso del ministro Lavín-constituirá un gran desafío: el ex titular de Justicia tendrá que utilizar todo su capital político y habilidades en un tema complejo, con interlocutores difíciles y bajo la mirada de toda la opinión pública, pero sin las limitaciones ocasionadas por conflictos de intereses.

En contrapartida, la UDI salió sumamente favorecida con este cambio de gabinete, empoderándose notoriamente en relación a su situación anterior: no sólo con la incorporación de sus dos senadores, sino también por la gran cantidad de presidenciables que lo componen. De esta manera, se empodera como partido al reunir a un gran número de representantes en el Poder Ejecutivo, además de contar con una gran mayoría en el Poder Legislativo gracias al sistema binominal.

El nombramiento de Andrés Chadwick como vocero de Gobierno y el de Pablo Longueira como titular de Economía, significan la llegada al gabinete de dos antiguos coroneles y que representan la dirigencia política de ese partido. Se trata de dos carteras de mucha visibilidad, que empoderan a la UDI, además de fortalecer cualquier carrera presidencial.

El traslado de Joaquín Lavín a la cartera de Mideplan -y futuro Ministerio de Desarrollo Social- implica una gran oportunidad para su carrera política, además de una gran compensación por la pérdida de capital político en su gestión de Educación. Este nuevo cargo le permitirá también mostrar un perfil más amable con la ciudadanía, apostando por recuperar los altos índices de aprobación hasta antes de la crisis educacional.

A su vez, el traslado de Laurence Golborne -independiente, pero también cercano a la UDI-al Ministerio de Obras Públicas, significará una aún mayor figuración ante los medios y que -tal como lo experimentó el ex Presidente Lagos- le permitirá construir un perfil mucho más realizador, ajeno a las ingratitudes propias de la cartera de Energía.

El nombramiento del ministro De Solminihac como ministro de Minería permite mantenerlo como miembro del gabinete inicial, pero en una cartera más técnica y con menos necesidad de visibilidad. Por último, la designación de Fernando Echeverría -hasta entonces Intendente de Santiago- como ministro de Energía, confirma la escasez de rostros políticos en la derecha chilena, planteándole un gran desafío para las próximas elecciones municipales. ¿Será capaz de renovarse en tan corto tiempo?

Con un equipo conformado por los ministros Hinzpeter, Longueira, Allamand, Lavín, Golborne, Matthei, Chadwick y Bulnes, este segundo tiempo contemplará inevitablemente el inicio de la carrera presidencial. El desafío del Presidente Piñera será aunar voluntades e intereses, desincentivando las agendas propias y postergando al máximo el temido síndrome del pato cojo...



Columna publicada en La Tercera Online



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