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viernes, 4 de enero de 2013

CEP: Por donde pecas, pagas

Indudablemente la gran vencedora de la última encuesta CEP fue la ex Presidenta Bachelet. Desde Nueva York, en un mutismo absoluto y con solo esporádicas visitas -exclusivamente privadas- a nuestro país, sin declaraciones a medios ni contactos con partidarios, logra un 54% en intención de voto, seguida muy a lo lejos por su siguiente contendor, Laurence Golborne (11%).

Doble mérito, si se toma en cuenta que ella lo consigue sin la ayuda de los dos puntales de su gobierno: Andrés Velasco, ex ministro de Hacienda durante los cuatro años de mandato y  futuro contendor en las primarias concertacionistas; y Juan Carvajal, ex director de la Secretaría de Comunicaciones por el mismo período, el hombre que logró que Bachelet terminara su período con un histórico 84% de popularidad a pesar de bajos índices de crecimiento económico de su gobierno, también en un ya habitual contexto de crisis económica internacional (2006: 4,6%; 2007: 4,7%; 2008: 3,7% y 2009: -1,7%; Cifras OECD) .

El que la ex mandataria logre desde el extranjero “aparecer en una posición de privilegio” demuestra una gran capacidad comunicacional masiva, sobresaliente para una médico cirujano, -o al menos, un gran instinto en confiar en sus asesores-, habilidades de las que demuestra carecer por completo el Presidente Piñera en su porfía por mantener a un grupo de aficionados como asesores comunicacionales. Su equipo no sólo obtuvo récords en cuanto a desaprobación ciudadana de un mandatario, sino que nunca fue capaz de conectarse con audiencias femeninas, juveniles o de regiones y  que nunca logró mostrar al mandatario como alguien confiable, cercano, firme y hábil, como se desprende de la última encuesta CEP. Que el 51% de la población desapruebe la forma como Sebastián Piñera está conduciendo su gobierno convierte en modesto el 31% de aprobación. Ni siquiera logra convencer de las grandes fortalezas de esta administración, al reflejar exiguos 28% de aprobación en manejo económico y en  empleo. 

Pero también el equipo comunicacional de La Moneda fracasó al lograr que indicadores de gestión como crecimiento económico (2010: 6,1%; 2011: 6,0%; Banco Mundial y proyecciones 2012: 5,5%); tasas de desocupación (en trimestre móvil sep-nov 2012: 6,2%); crecimiento por tercer año consecutivo de masa salarial en 2012; la más alta tasa de participación laboral femenina de la historia (47,8%); decisión de Standard and Poor’s de mejorar clasificación de riesgo soberano de Chile; o proyectos sociales como ampliación postnatal a seis meses; eliminación del 7% de cotización salud para pensionados; eliminación de listas de espera de enfermedades Auge; bono Bodas de Oro; reducción brechas socioeconómicas Simce o creación Sernac Financiero;  no sean valorados por la opinión pública y al día de hoy valgan champignon… ¿O acaso la evaluación ciudadana era mucho peor y mejoró gracias al área comunicacional de Gobierno? Los asesores del Presidente fallaron - error de alumno de 4º Medio de colegio particular- al intentar construir el relato unidimensional de un gobierno basado exclusivamente en el crecimiento económico en un contexto de tanta desigualdad. Obviamente, el mensaje no llegó á a la audiencia ni provocó el efecto deseado, sino lo único que hizo fue preparar el ambiente para el próximo que sí sepa empatizar con la ciudadanía a través de su discurso…

¿Pero qué otros efectos provocará la encuesta CEP?

De partida, para la ex Presidenta Bachelet, la confirmación de su posición de privilegio, lo que le abre grandes oportunidades para imponerse por sobre los partidos políticos opositores, envueltos en pugnas de poderes y empeñados en robustecer sus áreas de influencia. Pero además le significa un inmejorable punto de partida para recaudar fondos para su campaña, en especial con un empresariado que resiente la gestión del Presidente Piñera por considerar que atenta contra privilegios adquiridos y que prefiere mil veces los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. Y por supuesto que el tema recursos económicos resulta relevante para la candidata, después de una ausencia de más de dos años en Chile y del débil cometido de la Fundación Dialoga en cuanto a lograr financiamiento para sus propios proyectos.

Para la Concertación, un tarjetazo a lo Bolocco en sus épocas de gloria, reprendiéndolos por las pugnas internas y exigiéndoles una pronta solución al conflicto DC-PC. Con el 50% de desaprobación ciudadana, la Oposición no tiene mucho margen para exigencias desmedidas y sólo queda bajar la cabeza…  

Para el Gobierno, el reconocer que su estrategia de minimizar la construcción de intangibles y relegar a un segundo plano todos los aspectos comunicacionales, le significó convertirse en un breve paréntesis entre dos gobiernos de Bachelet. Los indicadores de gestión -que en la empresa privada hubieran hecho babear a los directivos- poco importan a la ciudadanía ante atractivos cantos de sirena... Pero además ante cifras de aprobación ciudadana tan paupérrima, la administración Piñera deberá asumir el inicio de su período de pato cojo y la importante pérdida de influencia sobre los partidos oficialistas .

Para la Coalición para el Cambio -¿todavía incluye a ChilePrimero?- y sus precandidatos, significa una readecuación de su discurso al tener poco que perder y mucho que ganar. Si el compromiso de Golborne y Allamand era de no atacar al Gobierno, estas pobres cifras de aprobación ciudadana sólo incitan a desligarse de un discurso diseñado por ideológos de Gobierno, pomposo y poco efectivo.

Por último, para la ciudadanía comienza un difícil período, en que deberá definir qué quiere para su futuro. ¿Empáticas promesas que muchas veces no serán cumplidas -después de 20 años de Concertación, Chile siguió siendo uno de los países con mayor desigualdad en ingresos- o la antipática, persistente y sistemática incapacidad de la derecha de conectarse con la ciudadanía? Los ciudadanos deberemos decidir. 

Columna de opinión publica en La Tercera Online y en el Diario El Nortino

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Cep: la inmensa mayoría no representada (22-8-12)

No cabe duda que los recientes resultados de la encuesta CEP constituyeron una mala noticia para todos: para la Alianza, la Concertación, instituciones, Gobierno (a pesar de sus optimistas declaraciones) y, en especial, toda la ciudadanía.

Y es que la paupérrima identificación con nuestros dos grandes conglomerados hace prender luces de alerta acerca de nuestro sistema político. Desde ahí se nutren dos poderes del Estado, Ejecutivo y Legislativo, en sus distintas jerarquías y a lo largo del país. En consecuencia, ante la poca representatividad de nuestros representantes, resulta inevitable que discusión y debate político se traslade a la calle, desautorizando a nuestras autoridades electas por un sistema democrático anquilosado.

Hoy, sólo el 18% se identifica con la Concertación. El 14% aprueba la forma en que la oposición está desarrollando su labor, versus el 58% que la rechaza. En cambio, un exiguo 12% se identifica con la Alianza, aunque el 21% apruebe la forma en que desarrolla su gestión y “sólo” el 49% la repruebe. Por otra parte, el 6% se identifica con el Pacto Juntos Podemos. Por último, el Gobierno celebra un discreto 27% de aprobación, omitiendo el sólido 52% de reprobación.

¿Con quién o con qué se identifica la inmensa mayoría de los chilenos? El 60% señala que con ninguno de los dos conglomerados y el 3% aún no sabe o no responde la pregunta. Mientras el sufragio fue obligatorio, este rechazo político se diluía mediante la coerción, bañando de legitimidad una elección poco representativa. En cambio, ahora la gran incógnita para las próximas elecciones municipales será la participación electoral. ¿Ese 63% no representado sufragará con su voto voluntario o delegará la elección en el voto duro (36%)? ¿Un tercio de los chilenos votará por los otros dos tercios? ¡Es de esperar que no!

Incluso más, las cifras sobre evaluación de democracia y mercado contrastan significativamente. Sin ningún pudor, la CEP devela el claro hastío ciudadano respecto a nuestro cada vez más débil sistema democrático: 49% de encuestados declara no leer noticias sobre política; los chilenos tampoco conversan sobre política con amigos (55%) o familia (50%); 42% sostiene nunca ver programas políticos; 81% declara nunca seguir temas políticos en las redes sociales; menos aún tratar de convencer a alguien políticamente (81% no) y chilenos proclaman nunca haber trabajado para un partido o candidato (91%).

El 74% de los chilenos piensa que la democracia en Chile funciona regular, mal o muy mal. ¿Pero qué hacemos para solucionarlo? No mucho, salvo tratar de evadirnos lo máximo posible. Como no nos gustan las reglas del juego, la mayoría de los chilenos decidimos retirarnos del juego político durante un largo período, entregando un pobre mandato a ese 36% camiseteado. Sin embargo, la política del avestruz nunca ha sido eficaz y sólo ha logrado desplazar el debate político a la calle. Una vez más, grupúsculos bien organizados pero con baja representatividad logran imponerse sobre una enorme mayoría silenciosa, inerte y dispersa. Y esto ocurre a nivel electoral, académico, estudiantil, económico, gremial o sindical y los chilenos vemos como los “elegidos” se perpetúan en sus cargos con cada vez menos votos. En relación a nuestras instituciones, se consolida la desconfianza hacia ellas, siendo Carabineros la mejor evaluada, con un discreto 58%. ¿Para qué hablar de los partidos políticos (6%), Congreso (10%), Tribunales de Justicia (13%) y Ministerio Público (15%)? Al mirar la evolución obtenida en las últimas encuestas, queda claro que logran superarse a sí mismos.

Sin embargo, esta crítica mirada a nuestro sistema democrático se morigera al analizar nuestro modelo económico, al centrar los énfasis en factores individuales y no tanto colectivos: para surgir en la vida, el 80% sostiene que es esencial un buen nivel de educación; el 70% el trabajo duro y el 58% tener ambición. Por otra parte, se mantiene el 43% que piensa que debiera premiarse el esfuerzo individual, aún cuando se produzcan importantes diferencias de ingresos, versus el 23% que sostiene que los ingresos debieran hacerse más iguales, a pesar de que no se premie el esfuerzo individual. A su vez, el 44% que declara que la principal responsabilidad por el sustento económico de las personas está en las personas mismas se impone sobre un modesto 20% que aspira a que la principal responsabilidad por el sustento económico de las personas esté en el Estado. Al parecer, después de 22 años de democracia existe cierto consenso sobre el modelo económico a seguir; sin embargo, nuestros representantes –electos democráticamente en estos últimos cinco gobiernos pero con cada vez menor representatividad- han sido incapaces de perfeccionar sus evidentes deficiencias, especialmente en cuanto a seguridad, educación y salud. Por eso, en un proceso irreversible, los chilenos han optado por salir a la calle y marginarse de las urnas.
Y en un momento en que el debate político se centra más en retener o recuperar el poder, la ciudadanía siente que priman los intereses particulares de la clase política por sobre sus intereses colectivos. El 80% de los encuestados percibe muy fuertes o fuertes diferencias y conflictos entre los partidos de gobierno y los de oposición. ¿Alguna posibilidad de sentarse a construir soluciones a reales a los problemas de Chile? Ninguna. Por eso, es ahora que debemos asumir que somos mayoría y recuperar ese mandato que irresponsablemente entregamos alguna vez. Chile se lo merece.



Columna publicada en La Tercera Online